jueves, 31 de enero de 2008

El espacio cultural Latinoaméricano

Durante muchos años, en Latinoamérica, las “Bellas Artes” y las “Bellas Letras” constituyeron las semillas de los espacios considerados culturales. Espacios, en su mayoría, restringidos pues no se puede olvidar que hasta finales del siglo XIX y principios del XX la población de este continente era en su mayoría analfabeta y, además, el factor económico siempre ha fungido como elemento limitante.
“Todo sector de bienes y servicios culturales que son producidos, reproducidos, conservados o difundidos en serie y aplicando una estrategia de tipo económico”, es lo que, de acuerdo al libro “El espacio cultural latinoamericano” (EECL), se entiende como industria cultural. Por tanto, afirmar que hasta principios del siglo XX en Latinoamérica existía una industria cultural no resulta apropiado, pues el espacio cultural que se manejaba era producto de la confluencia de ideas extraídas de materiales importados tanto del continente europeo como de la región norte de América.
Según el mismo texto fueron hechos históricos, como la Revolución Mexicana y la Revolución Cubana, los que por un corto periodo de tiempo en Latinoamérica catapultaron la producción de novelas, cuentos y otras formas narrativas que intentaron constituir una industria cultural del continente; pues anteriormente la creación de un espacio de esta índole y común a América latina no había sido posible. Es por ello que, los autores del libro, plantean la hipótesis de la falta de autonomía histórica de la industria cultural latinoamericana puesto que los climas políticos e intelectuales parecían ser determinantes, a pesar de que la élite letrada demonizaba a la industria cultural por su lógica mercantil.
Tal panorama ha evolucionado, pues ya no se considera la existencia de una única cultura, ahora, se toma en cuenta la cultura de masas y la cultura popular. Estas, muchas veces, comparten un imaginario común constituido, de acuerdo al texto “El espacio cultural latinoamericano”, por ídolos de cine hollywoodense y música pop, los héroes deportivos y los diseñadores de ropa. Convivencia que es posible gracias a la revolución tecnológica que no favorece, como podría suponerse, la producción de libros; pero sí permite la interacción entre culturas que anteriormente estaban disociadas.
Ahora bien, a partir de la revolución tecnológica (la televisión y la radio llegaron a comunicarse con más de 90% de los hogares) se dieron muchos cambios, el más relevante de ellos es la inclusión de una parte la población que estuvo excluida por muchos años. Mas, ¿hasta qué punto se puede considerar acertada tal inserción cuando muchas personas aún no tienen la posibilidad de acceder a las tecnologías?
Tal parece que hasta las limitaciones que se presentaban en la época de las “Bellas Artes” y las “Bellas Letras” se traspolaron a la actualidad, pues hoy en día una persona que no maneje los conocimientos básicos para acceder a estas herramientas técnicas se puede considerar, desde el punto de vista tecnológico, un analfabeta.
Además de ello, con el surgimiento de las industrias culturales otros problemas son los que se ponen en acción: el desconocimiento de las dimensiones financieras en cuanto a la cantidad de espacios físicos culturales o los niveles de consumo actuales. Sobre lo que quizá la globalización tiene culpa, pues cómo afirman los autores del texto EECL esta produce un conocimiento más superficial con respecto al resto del mundo y la anestesia mediática ha creado cada vez un mayor desinterés hacia lo que ocurre fuera del pequeño entorno en que nos desenvolvemos. Al mismo tiempo que, como igualmente asegura los autores, la globalización está exigiendo un debilitamiento de señas de identidad.
Desde la óptica de quien escribe, el fundamental problema es la confluencia entre lo económico y lo cultural, que se manifiesta de manera explícita, por ejemplo, cuando exige respuestas a la propiedad intelectual. Pero sus consecuencias, considerando lo dicho por los especialistas, aún pueden llegar más lejos: “Los países carecen de una política nacional y de conjunto frente a las industrias culturales. Ello se debe en gran parte a las lógicas de mercado y de las industrias culturales que ven la cultura como objeto de mercado”.
No obstante, la ausencia de esa política también tiene que ver con los poderes públicos de muchos países, los cuáles se han desentendido dejándole la tarea a la empresa privada que, en la mayoría de las oportunidades, se ha transnacionalizado. De tal manera que, la cultura no es tomada como una prioridad dentro de cualquier nación, es vista más bien como un añadido. Sí la lista de obligaciones contiene 10 de índoles distintas a lo cultural, todas éstas irán por encima de la cultural y si se puede cumplir con esta última será como una especie de bono adicional, jamás una necesidad. Se asume que lo cultural, además de ser innato al hombre y, por ende, no requiere cultivarse, siempre va a constituir entretenimiento, tiempo de ocio.

Tendencias y problemas de la industria cultural
El aumento internacional del precio del papel, “la pauperización de las clases medias y populares y la conversión de los libros en simples mercancías, sin los beneficios arancelarios ni la exención de impuestos que tuvieron en otros tiempos”, de acuerdo al texto EECL, constituyen en gran parte obstáculos de peso ante la posibilidad de establecer producción editorial en Latinoamérica. ¿Acaso es el aspecto económico el que únicamente imposibilita a la Industria Cultural Latinoamericana?, ¿Estaremos en presencia de un problema que abarca más allá de una índole?
El deterioro de la enseñanza secundaria y universitaria es la razón sociocultural, que considero más determinantes y más complicada a la hora de hallar su solución, pues como afirma Edward Taylor cultura es el “complejo que influye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y otros aprendizajes”.
La música y el cine son dos ámbitos que están yendo hacia la espectacularización, de acuerdo al autor de EECL, son los ámbitos que más se han comercializado y, por ende, los que han registrado un ritmo de crecimiento mayor en las últimas dos décadas. Ambas ámbitos de la cultura son las dos áreas donde las tres culturas (popular, masiva y letrada) tienen cabida, pues existen géneros tan variados que van desde la música clásica hasta el reggeaton o desde el cine de autor hasta los films más taquilleros.
Pero el cine no es el único medio de comunicación que funge de escenario para la cultura, pues tanto la radio como la televisión son vistos como actores que marcan la agenda.
Además de ello, los autores del libro EECL, afirman que la radio posibilitó una relación entre las culturas rurales y la cultura urbana, ó sea, instauró matrices culturales de una población que todavía en ese momento era mayoritariamente rural con las regionalidades de lo urbano. “La radio jugó un papel estratégico en la configuración de los populismos, incluso en el modo como se armó el discurso populista, en cierto tono coloquial, de tal manera que el caudillo era a la vez capaz de grandes retos, pero también de hablar a los ciudadanos directamente”, (EECL: Pp. 199). No resulta gratuito que personalidades como Hitler, en el caso Venezolano Gómez hicieran uso de este medio de comunicación para favorecer su dictamen político.
Por su parte, la televisión se convirtió en uno de los principales medios de difusión de información y de entretenimiento, transmisión de alta cultura, escenario de la vida pública y estímulo al consumo, al tiempo que los gobiernos cercanos a la explosión de la Tv, década de los 60’, decidieron que no tenían casi nada que hacer ni decir en ella, por ende, se despreocuparon de la misma. Ante tal decisión la TV estatal no tuvo otra que aceptar anunciantes para funcionar y, así, su única salida fue competir con cualquier otra televisora comercial. Pues, en muchos países latinoamericanos, el Estado no entendió la institución pública e independiente que debería ser.
De todos los productos audiovisuales, los autores de EECL, se preguntan: ¿Por qué solamente está circulando la telenovela en América Latina? Algunas características que podrían ayudar a entender este fenómeno es recordar el grado de afinidad que puede llegar a sentir una persona con una telenovela, bien sea porque se ve reflejado o se siente identificado con la situación que está viviendo un personaje o simplemente por satisfacción vicaria que puede generarle ver la telenovela; además éstas constituyen los productos audiovisuales donde mayor cantidad de dinero se invierte, puesto que igualmente, de acuerdo a su rating, mayor cantidad de ganancias se producen.
Señalar concretamente el nivel de influencia de los medios de comunicación social sobre el colectivo no es tarea fácil. Menos cuando las sociedades evolucionan y parecen estar viviendo una sola cultura que es producto de la confluencia de las tres culturas anteriores, sin olvidar que la cultura de masas en la mayoría de los casos viene determinada por la pauta que dicta la agenda mediática. De esta manera, no se puede hablar de un verdadero interés en la cultural sino que muchas veces se busca conseguir status o reconocimiento social asistiendo a los eventos que promocionan los mismos medios de comunicación y, así, terminan convirtiéndose en especies de show pues muchos no son capaces de apreciar el arte que tienen en frente más bien se toman el acto como una cosa superficial, de manera frívola. En palabras de los autores, “La cultura cotidiana de las mayorías en América Latina no pasa por la alta cultura ni aún por la cultura folclórica, sino que pasa por una cultura urbana densamente poblada por imaginarios de modernidad difundidos en parte importante por los medios”.

Un acercamiento a posibles soluciones
Tal parece que finalmente se aceptó el poder o, más bien, la influencia que los medios de comunicación social pudieran tener sobre un acontecimiento cultural. Pero, ahora, la tarea constituye conseguir que “las industrias culturales sean incluidas en la agenda pública de los acuerdos de integración, intercambio y libre comercio”, como señalan los autores del EECL, pues la necesidad de replantear el lugar que las industrias culturales tienen dentro del espacio cultural común al continente, cada vez resulta más apremiante.
Así como también es necesario establecer un diálogo o comunicación entre las industrias culturales y los diversos públicos que constituyen el espacio cultural latinoamericano, pues las características particulares que pudieran tener cada una de esas audiencias (descendientes del continente europeo, con vinculaciones férreas a los Estados Unidos, etc.) resultan determinantes para la producción dirigida a ellas.
Los creadores de EECL sugieren que los países con menos desarrollo sociocultural deberían dedicarse a realizar diagnósticos de las potencialidades culturales de esos países en la cultura, colaborar con la creación de una legislación que proteja los derechos de los productores-intermediarios-consumidores, y a mejorar la producción radial y televisiva de cada etnia. Quien escribe considera esta una buena sugerencia, pero más allá de que, en el caso de la legislación, sea realizada por países cuya participación sea baja en el espacio cultural latinoamericano, éstos no estarán al tanto de todos los inconvenientes o posibles elementos que deben ser inviolables para una legislación de tal envergadura, pues su corta experiencia lo imposibilita. En caso de éstos países mostrarse como voluntarios para esa labor resultaría ideal que la asesoría de las naciones más experimentadas estuviera presente, así como también se debe señalar que esta reglamentación es fundamental para los países desarrollados en la industria cultural, por lo tanto, esperar la iniciativa de otros resulta absurdo.
Finalmente, “se hace necesario repensar la relación entre industrias culturales y sociedad en lo referido tanto a educación como a la vinculación entre aquellas y el desarrollo de las identidades de diverso tipo y la articulación de actores y redes sociales (productores y distribuidores independientes, ONGs y redes de artistas, comunicadores, educadores y científicos) que encaran los nuevos desafíos de la globalización y las integraciones regionales. Esto puede compensar parcialmente la unilateralidad mercantil de los intercambios internacionales e interculturales y trascender la pura lógica de mercado de estas industrias” (EECL: Pp. 218).
Fuentes: El Espacio Cultural Latinoamericano: Bases para una política cultural de integración. Fondo de Cultura económica. Pp. (158-218).

Una obra compilada por Manuel Antonio Carretón en la que se consiguen textos de Jesús Martín-Barbero, Marcelo Cavarozzi, Néstor García Canclini, Guadalupe Ruiz-Giménez y Rodolfo Stavenhagen.
Fotos extraídas de:
1. www.cardenaltarancon.org/imagenes/pila_libros.jpg
2. http://reader.feedshow.com/
3. http://www.poesie-rivals.com/
4. http://www.lapidasweb.com/


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