miércoles, 12 de diciembre de 2007

30 minutos antes, 30 minutos después: todo sigue igual

Hace tres días, Venezuela despertó con una hora legal que no coincidía con la que marcaban los relojes de la mayoría de sus habitantes. Como establecía la Gaceta Oficial 38.819 de fecha 27 de noviembre de 2007, treinta minutos de atraso era la diferencia horaria que debía entrar en vigencia el pasado domingo 9 de diciembre a las tres de la madrugada.
Así fue, a partir de ese día, de acuerdo a declaraciones de uno de sus principales proponentes, el Ministro del Poder Popular para Ciencia y Tecnología, Héctor Navarro, “nos adelantamos a la cita con el sol, pues nos levantamos muy temprano. Este cambio permitirá que los venezolanos aprovechen media hora de luz solar, y que los niños que van al colegio en la mañana no tengan que desayunar cuando aún los rayos solares no iluminan”.
Frase que no abarca todos los beneficios de esta medida, pues además según Navarro, la misma permite: reducir el uso de la energía eléctrica, disminuir situaciones de riesgo y accidentes asociados a la oscuridad y mejoras en el metabolismo, sobretodo de los niños, pues la desincronizaciòn que existe entre la luz solar y el desempeño de las actividades diarias produce menor capacidad de concentración, problemas de aprendizaje, cansancio, irritabilidad, retardo en el crecimiento, alteraciones en los reflejos y trastornos alimenticios.

Ahora bien, dejando a un lado que regresaríamos a la hora que marcaban los relojes de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, resulta válido detenerse a reflexionar sobre el verdadero alcance de tales beneficios.
Partiendo de que el atardecer caerá más temprano puesto que el amanecer también lo hará, me pregunto: ¿qué pasará con los niños y adolescentes que estudian en horarios vespertinos a quiénes la desincronización entre la luz solar y el desempeño de sus actividades diarias podría acarrear, según Navarro, alteraciones en el crecimiento y aprendizaje?, ¿es qué las mejoras del metabolismo vienen por descansar únicamente de mañana y no por hacerlo durante un tiempo prolongado?, ¿dónde queda el cansancio y la irritabilidad que produce permanecer tiempo prolongado en las vías de tráfico congestionadas de algunas ciudades de nuestro país?, ¿no son precisamente esas urbes las que mayormente exigen a sus habitantes que madruguen?, ¿cómo disminuirá el consumo de energía eléctrica si son más los venezolanos que están despiertos al atardecer que al amanecer?, ¿será que acaso el hampa, como la luz del sol, se ocultará más temprano?
Las horas picos sólo se rodaran, el tiempo para el deporte no será después sino antes de trabajar, quien no dormía suficiente mantendrá su hábito porque el día no tiene 30 minutos más, hasta la criolla impuntualidad seguirá igual.
Tal modificación, reflejada en el artículo 18 de la Ley de Metrología, es una reforma que no llegará más allá de producir cambios a nivel técnico, económico y de coordinación como ajustar una planta de producción de alimentos que se rige celosamente por el tiempo. Arreglos, a nivel nacional e internacional, que no se ven justificados en los “beneficios” que podría conllevar esta medida.
Más aún, lo realmente alarmante es que el Gobierno se preocupe por implementar esta clase de políticas que buscan “mejorar” el aprovechamiento del día del venezolano, por ejemplo; mientras el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas tiene registrados 2546 casos de violencia sexual infantil, mientras, de acuerdo al Banco Mundial, la efectividad del control económico nos ubica en el segundo puesto de los países más corruptos del mundo y, según el Instituto Nacional de Estadísticas, el 53% de los venezolanos viven en pobreza y miseria. En cuatro palabras, mientras todo sigue igual.

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